martes, 4 de octubre de 2011

El cine Maravillas

Don Roberto Reyna Saldaña cita en su libro "Cien años de cine en Nuevo León" que el cine Maravillas estaba ubicado originalmente en Calzada Madero cruz con la calle Zaragoza en Monterrey, N.L. y fue consumido por un incendio el año de 1948; sin embargo fue reconstruido dos años después pero en otra ubicación, en su etapa final estuvo localizado en la calle Dr. Coss 930 Nte., entre las calles de Arteaga y la propia Calzada Madero.
Ahí fue donde me tocó asistir a este cine de mi barrio que me trae muchas añoranzas, como estaba a la vuelta de casa de mis abuelos y a dos cuadras de mi casa, era muy frecuente asistir a sus funciones. Otras veces íbamos nada más para ver sus carteleras y planear según el programa la próxima asistencia.
Con tan sólo $1.00 entre semana y $1.50 los domingos (lo último que llegué a pagar fueron $2.50) veíamos hasta tres películas y en permanencia voluntaria, en nuestra fábrica de sueños.
No era un cine que digamos de "primera", tenía un sólo piso y butacas de madera, pero era nuestro cine; aparte programaba películas tanto mexicanas como extranjeras, normalmente estas últimas norteamericanas. Ahí se divirtió mi infancia viendo a los cómicos de la época: Cantinflas, Tin Tán, Clavillazo, Resortes, Piporro, Viruta y Capulina; de ahí salíamos directo a echar maromas a la cama e imitar las llaves del Santo y Blue Demon; ahí lloramos con las películas de Pedro Infante en "Nosotros los pobres y Ustedes los ricos" y los que ya sabíamos leer nos enterábamos que la fuerza de Victor Mature en "Sansón" estaba en su larga cabellera o que Gregory Peck rivalizaba con Joseph Cotten por el amor de Jenifer Jones en "Duelo al Sol" o simplemente sin leer los subtítulos nos embelesábamos con la belleza de Elizabeth Taylor en Cleopatra.
Ah! cómo le echábamos al operador del proyector cuando se le quemaba el rollo, hasta le gritábamos: "Cácaro deja a la boletera..." o nos desesperábamos cuando se iba la luz y tenían que abrir las puertas de emergencia porque aquello era una boca de lobo.
Más que ir a ver películas íbamos a echar a volar la imaginación, al menos yo cambiaba de novia cada semana, de repente era Jean Simmons después de verla en "Espartaco" o Angélica María al verla en "Mi vida por una canción" o Patricia Conde cuando salió en "La edad de la violencia"; también soñábamos con ser tan fuertes como el Hércules de la pantalla Steve Reeves o tan diestros con la pistola como Miguel Aceves Mejía en "El Rey de la Pistola" o salíamos cantando como Enrique Guzmán y César Costa en "La juventud se impone". Era tanta la magia que uno se transformaba según el personaje.
Una característica que no puedo dejar pasar del cine Maravillas, eran las melodías que ponían entre una película y otra;  ya que eran los intermedios para ir a comprar golosinas a la dulcería, porque los programas eran dobles y triples los domingos, ahora cortan a mitad de la película para el intermedio.
Les comentaba que siempre ponían un disco de  Ray Coniff en el que venían piezas como "Bésame mucho", "Aquellos ojos verdes"... etc. pero la que más me gustaba era "El mar" tanto que compré el disco para bailarlo el día de mi boda.
Nunca supe los nombres de la señora que vendía boletos, ni del portero, ni del muchacho que vendía semillitas (no he vuelto a probar otras igual) ni el de la señora de los lonches de mortadela con aguacate, pero eran rostros ya muy familiares que aún conservo en mi memoria y creo que nunca hizo falta saber sus nombres para recordarlos. El de uno de los proyeccionistas u operadores sí, porque era mi tío el Sr. Carlos Suárez que a veces nos dejaba estar en la sala de proyección.
algunos otros negocios aledaños de comida que recuerdo eran las famosas flautas de "Chuy" que estaban enfrente del cine o los tacos y enchiladas de doña "Lochita" Cruzando la Calzada Madero.
Dada la fuerza que tomó la televisión y a las salas múltiples de cine, fue menguando la asistencia a este tipo de cines que ya no pudieron sostenerse y tuvieron que cerrar, tal fue el caso de mi añorado cine Maravillas que cerró sus puertas el año de 1992.
Hoy se conserva su edificio que pasó de ser sala de cine a un salón de eventos sociales y actualmente alberga un centro de baile.

Aportación de Carlos S. Rodríguez

El barrio de la Plaza del Chorro

A principios de los años 60's cuando llegamos a este barrio, era un barrio muy tranquilo y muy bonito, recuerdo algunos establecimientos comerciales a donde nuestros padres nos mandaban comprar lo necesario para las necesidades del hogar, mucho antes de que existieran los grandes centros comerciales o las Tiendas de Autoservicio que abundan en estos días.
Por la misma calle Arista entre Carlos Salazar y Arteaga existían varias de esas tiendas o tendajos como La Abarrotera Servicio y su dueño Don José María, enfrente estaba un estanquillo que se llamaba "El Mexicano" cuyo dueño recuerdo que se llamaba Don Carlos, ambos locales contaban con teléfono y cobraban 20 centavos por llamada; enseguida del Mexicano vivía Doña Candelaria que hacía unos tamales caseros deliciosos; en la esquina sur-poniente de Arista con Arteaga estaba la panadería La Victoria que desde la madrugada horneaban el pan para la gente que iba temprano a trabajar o estudiar, no como ahora que las panaderías (si es que existen todavía) abren hasta en la tarde. Enfrente de la panadería estaba otra tienda llamada El Faro y alguna vez fue terminal o parada de los camiones que iban hasta el Mezquital.
Otro de los establecimientos de frecuente visita era la Farmacia Treviño en Arista y Carlos Salazar con sus propietarios Don Amado y Doña Amelia, quien ellos mismos atendían y surtían las recetas. En contra esquina se encontraba la Cremería Monterrey que fabricaba varios productos lácteos. Siguiendo por la calle Arista hacia Treviño, a la izquierda se encontraba la Escuela primaria Edmundo de Amiscis, donde cursé desde el cuarto año, con la profesora Marianela; el quinto año con el Profesor Benjamín y el sexto año con la profesora Ana María, muy gratos recuerdos de esa etapa de mi vida, conservo una foto de grupo y sigo recordando con agrado a mis compañeros de esa época, en la que no había la inseguridad de ahora, cuando uno podía dormir en tiempo de calor con las puertas abiertas sin ningún riesgo, cuando la única diversión era escuchar la radio o pagar veinte centavos para ir a ver la televisión con el vecino y nuestros juegos de niños eran más de esfuerzo físico y de mucha convivencia.
No puedo dejar de mencionar al estanquillo "La Paloma" muy pequeñito, pero muy concurrido porque ahí era donde comprábamos los cuetes y otros artefactos de pólvora de mayor tamaño llamados palomas; creo que de ahí se origina el nombre.
Más delante se encontraba el pulmón de nuestro barrio: La famosa Plaza del Chorro, llamada así por su hermosa fuente, que al ser remodelada perdió parte de su encanto.
Era nuestro mundo, ahí se jugaba béisbol con pelota de esponja, al fútbol, a las canicas, al trompo, a las escondidas, y a la "pericocha". La "raza grande" o los mayores, se divertían jugando a la "rayita" o a la "cuarta", había un personaje que era muy ducho para estas lides, y jugaba con un reluciente dólar de plata, era el recordado Pepe "Máquinas".
Algún tiempo iba a tocar entre semana (si la memoria no me falla, los jueves) la banda del Estado o la orquesta de Isaac Flores, para el caso es lo mismo puesto que ambas eran dirigidas por el maestro Flores y podría asegurar que eran los mismos elementos en ambas orquestas.
La Plaza del chorro abarca las calles de Arista, Treviño, Dr. Coss e Isaac Garza, y entre algunos de los establecimientos que circundaban la plaza estaba la casa D.U.R.C. que vendía pianos y órganos musicales y un salón donde se celebraban bodas y fiestas. 
Por la calle de Isaac Garza entre Arista y Doblado, se encontraba el otro local de la Escuela Edmundo de Amiscis donde cursaban la primaria las niñas ya que en ese entonces estaban separados los grupos de niñas y niños y enfrente se encontraban los Salones "Elyor" según tengo entendido pertenecía a un señor de origen árabe y era en donde se efectuaban los festivales y graduaciones de la primaria.
Debido a ciertas circunstancias de la vida, emigramos de ese hermoso barrio en diciembre de 1966 y de vez en cuando me da nostalgia y encamino mis pasos a la plaza.
Un amigo y ex alumno de la escuela primaria me comenta que año con año, el sábado cercano a el día de la raza, se celebra una acto conmemorativo y siguen asistiendo a tomarse la foto del recuerdo, todos aquellos que fueron niños alguna vez y corretearon por esa pintoresca plaza que fue la delicia de nuestros años mozos